La luz siempre se refleja en una superficie. Se reflejará más en una superficie clara y creará una mayor sensación de espacio y brillo que si se refleja en una superficie oscura. Una habitación oscura absorberá la luz y nunca parecerá iluminada, no importa cuánta luz tenga. Por otro lado, una habitación blanca puede manipularse mucho con la luz, haciendo que parezca íntima y dramática, o creando una atmósfera brillante y espaciosa.
Si una habitación blanca se ilumina desde el techo -con plafones de techo o downlights- y las paredes no se iluminan, de manera que la única luz sea la reflejada en el suelo, el potencial de espacio de la habitación no se aprovechará. Pero si se elimina el énfasis del suelo y se iluminan las paredes, el espacio parecerá más brillante y amplio. Iluminando dos paredes opuestas hará que las otras dos paredes parezcan más oscuras, creando el efecto de que la habitación es más ancha, aunque sea cuadrada. Además, las paredes iluminadas parecerán distintas de las que no lo están, aunque sean iguales!
Iluminando el techo de una habitación -con focos o apliques de pared– tiene un efecto similar a iluminar las paredes. Proporciona una luz difusa, y normalmente incrementa la sensación de volumen y espacio, ya que la luz se refleja desde el techo. Un espacio iluminado de esta manera -con luz indirecta- proporciona un ambiente más agradable y cálido que si se ilumina desde el techo, método que debería utilizarse sólo para espacios de trabajo y para crear focos de atención.
Otra manera de aumentar la sensación de espacio es iluminando el exterior de una habitación. Una ventada o balcón iluminados, por ejemplo, extienden el campo de visión más allá de la habitación, creando un efecto de amplitud. De manera similar, se puede aumentar la sensación de espacio en un pasillo estrecho, iluminando algún punto más allá de él -como un cuadro o un objeto-.