Una luz escondida puede proporcionar una iluminación tenue y relajante, o bien un efecto más dramático, dependiendo de el tipo de luz que se utilice. Este tipo de iluminación se integra de manera natural con elementos de la habitación, como pueden ser armarios o estanterías, ya sea oculta en su interior o en la parte superior.
Por ejemplo, puedes utilizar una luz escondida encima de los armarios de la cocina, para proporcionar una iluminación general en este espacio. Asegúrate de dejar al menos 30 cm entre la lámpara y el techo, para que la luz puede reflejarse de manera efectiva. Por otro lado, si tienes pensado amueblar una estancia con muchas estanterías, es conveniente planificar la iluminación interior de estas en el momento de diseñarlas. Iluminándolas de esta manera conseguirás “penetrar” las estanterías, haciendo que éstas no parezcan tan pesadas.
También puedes ocultar downlights situándolos en el perímetro libre alrededor de un techo falso. Esto queda muy bien en una ducha, por ejemplo, donde todo queda iluminado sin un origen aparente de la luz.
La técnica de la luz escondida también resulta muy apropiada para edificios antiguos, que no fueron concebidos para instalar lámparas. Si se hace correctamente, ocultando las lámparas detrás de detalles arquitectónicos, la luz queda integrada en el espacio de manera natural y no corrompe la estética del edificio.
En cuanto al tipo de luz, las lámparas halógenas y tubos fluorescentes son apropiados para situaciones donde se requiere una luz intensa, como por ejemplo encima de los armarios de cocina o estanterías. Bombillas de bajo consumo y LED se utilizan cuando se requiere una luz más suave, como por ejemplo alrededor de una cama, para proporcionar una iluminación tenue de noche.